La oxitocina está considerada como la «hormona del amor» que se libera en una gran cantidad durante momentos de euforia, el orgasmo, el parto e incluso a través de la leche materna.
Esto hace que esté estrechamente relacionada con los patrones afectivos de todos los individuos y, según el nivel de oxitocina, se pueda tener un vínculo paterno o materno-filial más estrecho, una relación sentimental más profunda e incluso, en niveles bajos, provocar el descuido de algunos hombres respecto a su pareja, lo que puede llevar a que éste sea infiel más fácilmente.
Salvo casos excepcionales, por naturaleza las mujeres liberan más cantidad de oxitocina, de ahí que, en su mayoría, ellas suelan ser más tiernas y amorosas con el entorno y las personas que les rodean. Evidentemente este es un análisis muy generalizado y cada ser humano, ya sea del género masculino o femenino, reacciona diferente ante ciertos estímulos y sentimientos enviados desde el cerebro.
Si nos centramos en esa generalización de individuos que indican que cuanto más alto es el nivel de oxitocina en un hombre, su deseo sexual hacia su pareja es mayor y, sin embargo, cuando se encuentra en niveles más bajos éste no llega a percibir el atractivo de su pareja y que tiempo atrás tanto le cautivaba, tiende a buscar cambios temporales en forma de infidelidades esporádicas.
Una decepción provoca que el nivel de oxitocina de la otra parte de la pareja descienda y la falta de secreción de la hormona provoque estados de depresión: el sistema de recompensa del cerebro entra en un estado semejante al del síndrome de abstinencia, de ahí que sean tan dolorosas algunas rupturas sentimentales o al enterarse de la traición de la pareja.
“Esto lleva a dar la razón a quienes señalan que el amor es como una droga”, señalan Sarah y Salomón Cohen, especialistas en temas sobre infidelidad, “debido a que el mecanismo biológico que produce la oxitocina es similar al que provocan ciertas sustancias estupefacientes en nuestro cerebro.”