Aunque la intensidad de los rayos del sol baja durante el otoño e invierno, el hecho de vivir en una zona a gran altitud, como es el caso de la Ciudad de México (2,250 metros sobre el nivel del mar), nos mantiene con el riesgo de tener daño en la piel causado por los rayos Ultravioleta (UV), el principal factor de riesgo para la mayoría de los cánceres de piel, como el melanoma.
Las personas pierden de vista la importancia de mantenerse protegidas del sol los 365 días del año. Incluso en los días nublados, los rayos UV llegan a dañarnos, debido a que no todas las formaciones nubosas bloquean este tipo de rayos.
El grado de exposición a la luz ultravioleta que una persona recibe depende de la intensidad de los rayos, del tiempo que la piel ha estado expuesta y si ésta ha estado protegida con ropa o bloqueador solar.
El daño solar en la piel de una persona es acumulativo, de modo que, cuando hay daño, éste deja una especie de “huella” que se agrega a aquel que se genera con una nueva exposición a los rayos UV. Es por esto qué tomar algunas medidas para reducir este impacto pueden proveer un gran cambio en el cuidado de nuestro mayor órgano, la piel.
Los cánceres de piel como el melanoma, se pueden diagnosticar en sus inicios a través del autoexamen de la piel, por lo que debemos examinarnos ante el espejo para conocerla, y así identificar cualquier situación anormal que nos permita acudir con un experto de manera oportuna. Es importante saber que el melanoma no solo aparece en áreas con exposición continua al sol, si no también en las que no lo están, por lo que el autoexamen debe incluir las manos y los pies, incluyendo uñas, palmas y plantas.
La protección solar, además de mantener nuestra piel joven y sana, es una importante medida de prevención contra enfermedades. Quienes se exponen demasiado a los rayos UV tienen un mayor riesgo de padecer melanoma, el tipo de cáncer de piel más agresivo que se desarrolla en las células que producen la melanina.